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India Yara (Protectora de las aguas, Diosa de las cosechas)
María Lionza, María de la Onza, Yara, o Guaichía es una deidad femenina mítica autóctona del folclore venezolano.
El culto a María Lionza (o YARA), la Diosa de la Naturaleza y del Amor, por los indígenas que habitaban lo que hoy se conoce cómo el Estado Yaracuy, en Venezuela. La mujer triste de grandes ojos verdes, pestañas largas y amplias caderas, con aroma a orquídeas, de sonrisa dulce y melancólica, cabellos lisos y largos hasta la cintura, con tres hermosas flores abiertas tras las orejas.
Cuenta una Leyenda en la que se confunde la Historia, la lucha por la libertad, la Fe y la Religión:
Cuando la Guerra de Conquista estaba en su apogeo, alrededor del año 1.553, la Esposa del cacique Yaracuy, dio a luz una Pequeña niña. Siendo este acontecimiento el Inicio de una historia cuya transcendencia se fue fortaleciendo en el tiempo y se mantiene firme como parte de la cultura e identidad del pueblo Venezolano.
Esta niña nació con los ojos verdes, curiosidad que bastó para ganarse el rechazo de la Tribu y en especial de su padre quien decidió matarla, para evitar según sus creencias, supuestos males que auguraban esa señal en los ojos de un infante.
Tal decisión llego a oídos del cacique “Manaure” que vino a tierras caquetías y abogó por la inocente niña. Siendo este, el consejero principal de “El Fiero Yaracuy”, este accedió a las peticiones de “Manaure” y permitió que se llevara a la niña, encargándose a partir de ese momento de su crianza y educación.
Manaure llevó a la niña a un lugar situado en las montañas de la región y le puso por nombre “Yara”, para identificarla ante la sociedad Indígena como la primogénita del cacique “Yaracuy” y así se respetara su condición de noble dentro de la Tribu, lugar donde creció y se educó en los misterios de la naturaleza, aprendió la lengua española, los secretos de los bosques, y estableció un fuerte vínculo con las montañas.
La Tradición Oral indica que una vez muerto su padre Yaracuy, Yara asumió el cacicazgo de su Tribu, como fue el caso de muchas mujeres que se vieron en la necesidad de convertirse en caciques por la escasez de hombres que había dejado la Guerra contra la invasión «conquistadora» española.
Yara como cacique comenzó a ser una magnífica estratega militar y los españoles siguieron teniendo bajas en sus bandos, como cuando Yaracuy todavía estaba vivo y dirigiendo la tribu, que ahora era dirigida por su hija.
Por eso fue necesario ordenar la captura de Yara, en los términos establecidos para la época, a través de la Fe, por eso, unos curas católicos fueron los primeros en entrar en contacto con Yara, y tratando de evangelizarla le dieron por nombre cristiano «María Del Prado», que luego derivaría en María Lionza. Sin embargo sus intentos fueron en vano, Yara no cedió ante el culto a un Dios extraño, en el nombre del cual se perseguía a su pueblo. Y así fue que siguió siendo guerrera y la montaña Sorte (la montaña de los espíritus) era su fuerte.
Los Españoles le seguían hasta allí, pero Yara mágicamente se perdía entre la selva, entre los caminos y las brumas de la montaña por ella encantada.
Esto es lo que dio pie al comienzo del mito, que luego se extendiera como culto, por todo Venezuela.
Según cuenta la Leyenda, cuando los españoles habían acorralado a Yara, esta subió a un árbol muy alto, desde donde se lanzó a un pozo del río, los españoles la creyeron muerta, y aunque esperaron ver flotar su cuerpo inerte en las aguas, las fuerzas de la montaña la habían convertido en una enorme Anaconda, una serpiente tan grande que tenía su cabeza en la región de Acarigua y su cola en la de Valencia, y cuyo cuerpo creció tanto que al explotar hizo que desbordaran las aguas e inundaran las poblaciones cercanas, matando así a los invasores.
Desde entonces, muchos la vieron pasearse por las montañas de Sorte, desnuda, hermosa y enigmática, montada sobre una Onza o Danta, reinando sobre las fuerzas de la naturaleza.
Así, fue como la Reina Yara se convierte en la diosa de todo lo natural…
Semblanza:
María Lionza o Yara era una mujer indígena, princesa de su tribu; era hija del Cacique Yaracuy, nieta del cacique Chilúa y biznieta del cacique Yare.
Según la leyenda, Yara fue raptada por una enorme culebra, dueña de las lagunas y los ríos, que se enamoró de ella. Enterados los espíritus de la montaña de lo hecho por la culebra, decidieron castigarla haciendo que se hinchara hasta que reventara y muriera. Tras esto, eligieron a Yara como dueña de las lagunas, ríos y cascadas, madre protectora de la naturaleza y reina del amor.
El mito de Yara sobrevivió a la conquista española, aunque sufrió algunas modificaciones y como muchas creencias originarias en Latinoamérica, fue acogida por la religión católica bajo la figura de «Nuestra Señora María de la Onza del Prado de Talavera de Nivar». Sin embargo, con el paso del tiempo, sería mejor conocida como María de la Onza o, según el uso más común de su nombre, María Lionza.
El espiritismo marialioncero
Según el espiritismo, María Lionza es la «monarca de cuarenta legiones, formadas por diez mil espíritus cada una».Y esa leyenda señala que María Lionza manifiesta su presencia a través de una mariposa azul.
El “espiritismo marialioncero” es un culto venezolano, en el que se mezclan ritos y creencias católicas, indígenas y africanas, incluyendo la santería y el vudú.
Las ceremonias religiosas en honor a María Lionza se llevan a cabo en la montaña de Sorte, en Chivacoa. Según la leyenda, allí habita el espíritu de la diosa y los peregrinos suelen acudir a la montaña Sorte en otoño, puesto que allí, cada 12 de octubre, tienen lugar las principales celebraciones en honor a María Lionza.
Quienes visitan el Monumento suelen depositar allí cartas de petición, flores y coronas, a Yara se le pide desde la cura de enfermedades, la solución de problemas de amor, hasta la obtención de riqueza o poder.
Los seguidores del culto a María Lionza creen que el humo de los puros y la llama de las velas complacen a la diosa.
Como una prueba de su devoción, algunos peregrinos hacen una parte del camino para llegar a Sorte, de rodillas. Caminar sobre trozos de carbón es uno de los más famosos rituales durante la fiesta de otoño que se lleva a cabo en Sorte, en honor a María Lionza.