Saltar al contenido

La Mariposa de los Papago

Índice

    La Leyenda Papago de la Mariposa

    Un día, el Creador estaba descansando, sentado, mirando a algunos niños jugando en un pueblo. Los niños se rieron y cantaron, pero mientras los miraba, el corazón del Creador estaba triste. Estaba pensando: «Estos niños envejecerán. Su piel se arrugará. Su cabello se volverá gris. Sus dientes se caerán. El brazo del joven cazador fallará. Estas adorables niñas crecerán feas y gordas. Los cachorros juguetones se vuelven ciegos, perros sarnosos. Y esas maravillosas flores, amarillas y azules, rojas y moradas, se desvanecerán. Las hojas de los árboles caerán y se secarán. Ya se están volviendo amarillas «. Así el Creador se puso más y más triste. Fue en el otoño, y la idea del próximo invierno, con su frío y falta de juego y cosas verdes, hizo que su corazón se volviera pesado.

    Sin embargo, todavía hacía calor y el sol brillaba. El Creador observó el juego de la luz del sol y la sombra en el suelo, las hojas amarillas se transportaban aquí y allá por el viento. Vio el azul del cielo, la blancura de un poco de harina de maíz por las mujeres. De repente sonrió. «Todos esos colores deben conservarse. Haré algo para alegrar mi corazón, algo para que estos niños lo vean y lo disfruten».

    El Creador sacó su bolso y comenzó a juntar cosas: una mancha de luz solar, un puñado de azul del cielo, la blancura de la harina de maíz, la sombra de los niños jugando, la negrura del cabello de una hermosa niña, el amarillo de las hojas que caen. , el verde de las agujas de pino, el rojo, el morado y el naranja de las flores que lo rodean. Todo esto lo puso en su bolso. Como una ocurrencia tardía, también puso las canciones de los pájaros.

    Luego caminó hacia el lugar cubierto de hierba donde jugaban los niños. «Niños, niños pequeños, esto es para ustedes», y les dio su bolso. «Ábrelo; hay algo lindo adentro», les dijo. Los niños abrieron la bolsa, y al instante cientos y cientos de mariposas de colores volaron, bailando alrededor de las cabezas de los niños, acomodando su cabello, revoloteando de nuevo para beber de esta o aquella flor. Y los niños, encantados, dijeron que nunca habían visto algo tan hermoso.

    Las mariposas comenzaron a cantar, y los niños escucharon sonriendo. Pero luego, un pájaro cantor salió volando, instalándose en el hombro del Creador, regañándolo, diciendo: «No está bien dar nuestras canciones a estas cosas nuevas y bonitas. Nos dijiste cuando nos hiciste que cada pájaro tendría su propia canción. Y ahora los has pasado por todos lados. ¿No es suficiente que le hayas dado a tus nuevos juguetes los colores del arcoíris? » «Tienes razón», dijo el Creador. «Hice una canción para cada pájaro, y no debería haber tomado lo que te pertenece».

    Entonces el Creador le quitó las canciones a las mariposas, y por eso están en silencio. «¡Son hermosos aun así!» él dijo.