Nezahualcóyotl es una figura admirable. En el convergen dos ingredientes que rara vez se conjugan: el poder y la sensibilidad. Él mismo cambió su nombre en su adolescencia (su nombre inicial fue Acolmiztli, que en náhuatl significa felino fuerte). El nombre de Nezahualcóyotl, sin embargo, se le acuñó a manera de autosacrificio, pues significa “coyote que ayuna” o “coyote hambriento”.
Llegó a ser Rey (tlatoani) de Texcoco. Pero más allá de sus notables dotes como gobernante, recto e inteligente, Netzahualcóyotl cultivó la erudición y practicó, entre otras artes, la poesía –y ante todo ejerció esa sublime filosofía de vida, esa visión existencial que resumían como “flor y canto” (in xóchitl, in cuícatl).
Yo Netzahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos