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La Leyenda de la Vainilla

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    La leyenda Maya de la vainilla

    Los totonacas emigraron de Teotihuacán y se establecieron en las costas de Veracruz. Allí construyeron el reino de Totonacapan.

    Los jefes de ese señorío construyeron santuarios para sus deidades, entre los cuales se destacaba Tonacayohua, que se ocupaba de la siembra, el pan y la comida.

    En la cima de una de las cadenas montañosas más altas cerca de Papantla, tenía su templo Tonacayohua, cuyo vestuario y rituales se confiaron a seis jóvenes pobres que se dedicaron especialmente a ella y que hicieron un voto de castidad por la vida.

    En la época del rey Tenitztli, nació de una de sus esposas, una hermosa niña a la que llamaron Tzacopontziza, que significa Lucero del Alba. Su padre la consagró al culto de la diosa para que ningún mortal se le acercara.

    Un joven príncipe llamado Zkatan-Oxga, el Joven Ciervo, se enamoró de ella. Sabía que poner los ojos en la doncella era un sacrilegio castigado por la matanza. Un día que Lucero del Alba salió del templo para recoger tortolitas y ofrecérselas a la diosa, su amante la secuestró y huyó con ella a la parte más abrupta de la montaña.

    De repente, se les apareció un monstruo espantoso que los rodeó con oleadas de fuego y los obligó a retirarse. Cuando llegaron al camino, los sacerdotes los esperaban con ira y, príncipe y princesa, fueron asesinados de un solo golpe. Sus cuerpos, aún calientes, fueron llevados al santuario. Allí, después de quitarles el corazón, fueron arrojados al altar de la diosa.

    En el lugar que fue sacrificado, la pequeña hierba comenzó a secarse, como si la sangre de las dos víctimas regadas tuviera una influencia maléfica. Unos meses más tarde, un arbusto comenzó a brotar, pero de manera tan prodigiosa, que en pocos días se elevó a varios pies del suelo y se cubrió de espeso follaje.

    Cuando alcanzó su pleno crecimiento, una orquídea trepadora comenzó a nacer junto a su tallo. Una mañana estaba cubierto de flores mínimas y todo ese lugar estaba inundado de aromas.

    Atraídos por este prodigio, los sacerdotes y la gente ya no dudaron de que la sangre de los dos príncipes se había transformado en un arbusto y una orquídea. Y su asombro aumentó cuando las florecillas se convirtieron en vainas largas y delgadas, que al madurar, al madurar, emitían un perfume aún más penetrante, como si el alma inocente de Morning Star se hubiera convertido en la fragancia más exquisita.

    La orquídea fue objeto de veneración reverente; Fue declarada una planta sagrada y se crió como una ofrenda divina a los santuarios totonacas.

    Así, de la sangre de una princesa, nació la vainilla que en Totonac se llama Caxixanat (flor recóndita) y en Azteca Tlixóchitl (flor negra).

    PORTADA – Título: Leyenda de la vainilla
    Autor: Susana Adriana Jiménez Reyes